Ruptura y continuidad. La desaparición de las grandes plazas urbanas en la Tarraco tardo-antigua y la definición de una nueva escenografía simbólica
Entre los siglos IV-VII d.C. el tejido urbano de la ciudad de Tarragona fue evolucionando hacia un nuevo modelo que poco tenía que ver con la monumentalidad extrema de su pasado altoimperial. La colonia tarraconense del siglo II d.C. era una civitas teatroide, tal y como Diodoro había caracterizado a la Pérgamo helenística. Tárraco estaba definida por una sucesión de grandes plazas y monumentos públicos consecutivos que se iban elevando desde la fachada portuaria, pasando por el teatro y gran ninfeo, el foro de la colonia con sus plazas, templos y basílica, hasta la acrópolis, constituida por el circo, el foro provincial y el recinto de culto imperial del templo de Augusto. A partir del rico dossier que nos proporcionan centenares de excavaciones urbanas, podemos caracterizar las profundas transformaciones, rasgos de continuidad y de ruptura, que se produjeron en el paisaje urbano de la gran capital provincial.
En el siglo III d.C. el teatro fue abandonado y comenzó a arruinarse. A finales del siglo IV el derrumbe de la basílica forense y abandono del foro colonial así como la privatización de algunos viales urbanos manifiestan el origen de un proceso que culminará en el siglo V en las orillas del Francolí con la construcción de un extenso conjunto cristiano constituido por una gran basílica con baptisterio, aulas de recepción de peregrinos y un monasterium adscritos a una extensa necrópolis vinculada al culto de los mártires Fructuoso, Augurio y Eulogio. En paralelo a esta gran transformación del suburbium junto al puerto, se documenta el inicio de grandes cambios en la acrópolis cívico-religiosa. El foro provincial dejó de servir de marco a las grandes ceremonias del consejo de la provincia para transformarse en el praetorium consularis del gobernador provincial y los militares de su officium. A principios del VI, dio cabida igualmente a las primeras estructuras del culto cristiano centradas en la iglesia Santa Jerusalén y las dependencias anexas de servicio reutilizando los muros perimetrales del recinto de culto imperial. En la plaza monumental y el circo, bóvedas y estructuras arquitectónicas altoimperiales darían ahora cobijo a espacios residenciales, enormes vertederos e incluso sectores de necrópolis.
Desde la segunda mitad del siglo IV d.C., el foro de la colonia, en la parte baja, se había convertido en un campo de ruinas donde los pedestales de las estatuas eran aserrados y reaprovechados en las tumbas y mausoleos del conjunto paleocristiano del Francolí, ejemplo precioso de suburbanitas christiana. Los fustes de columnas, basas, capiteles y placados de mármol aserrados de los postamentos de las viejas estatuas forenses fueron también reutilizados en la construcción de iglesias como la martirial del anfiteatro, edificada en el siglo VI d.C. Al mismo tiempo, el puerto manifiesta una intensa actividad comercial durante toda la Antigüedad Tardía, muy bien documentada y precisada cronológicamente gracias a las ánforas y vajillas cerámicas africanas y orientales; sin embargo, las instalaciones portuarias como los horrea pasaron a alojar residencias aristocráticas dotadas de balnea privados.