Continuidad y ruptura después de El Argar: El Bronce Tardío en el Sudeste y Este peninsular
En la década de 1970, los trabajos de investigadores como F. Molina y O. Arteaga permitieron caracterizar el final de la Prehistoria en el Sudeste peninsular. Sus estudios sirvieron de referencia para trabajos posteriores de M. Gil-Mascarell centrados en el área del Este de la península Ibérica. En 1976, F. Molina identificó una tercera fase en el desarrollo de la cultura de El Argar, que denominó “Argar Tardío” o “Argar C”, a partir de los datos de yacimientos como el Cerro de la Encina (Monachil, Granada) y Cabezo Redondo (Villena, Alicante), entre otros. Más tarde, las excavaciones emprendidas en la Cuesta del Negro (Purullena, Granada) aportarían una excepcional información a la caracterización de este periodo, para el que pronto se generalizó la denominación de “Bronce Tardío”. Ésta ya había sido utilizada por J. Mª Soler al publicar en 1965 el Tesoro de Villena, el cual relacionó con el yacimiento del Cabezo Redondo, que había identificado como un yacimiento argárico de momentos avanzados de la Edad del Bronce, anterior a la época preibérica. Las características de este Bronce Tardío quedarían fijadas a partir de estas síntesis, al tiempo que se fija su cronología entre el 1300 y el 1000 a.C., que ahora se sitúa entre el 1550/1500 y 1300/1250 cal. ANE y se identifica como Horizonte de Villena.
En las últimas décadas el volumen de información disponible se ha incrementado muy considerablemente, gracias a la revisión de materiales arqueológicos depositados en museos y colecciones privadas; a la publicación de los resultados de antiguas excavaciones –en especial las de J. M. Soler en Cabezo Redondo, que venían siendo reiteradamente utilizadas para la definición del Bronce Tardío–; a la reanudación de los trabajos arqueológicos en algunos yacimientos almerienses, como Fuente Álamo y Gatas, y en el propio Cabezo Redondo –a partir de 1987–; y a la obtención de una amplia serie de dataciones radiocarbónicas, muchas de ellas a partir de muestras de vida corta procedentes de contextos bien definidos. El análisis de toda esta amplia documentación permite revisar esta etapa de nuestra Prehistoria, cuarenta años después de aquella inicial propuesta.